"El 13"

Tenemos temas suficientes sobre el inicio de temporada del rugby gipuzkoano, del desarrollo del ex Tri-Nations, el primero con la inclusión de Argentina, además de los clásicos Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, vencedor invicto de esta edición, y que comentaremos. Y algunos otros aspectos interesantes que afectan a nuestro rugby, pero nos hemos permitido, esperamos que con su condescendencia, tratar el tema del “l3”, ó sea, el segundo centro de la línea de tres cuartos. ¿Porqué? Porque es un símbolo del rugby entendido como deporte intelectual, y que los más inteligentes, si les acompaña el carácter y la condición física, juegan con ventaja. Y pueden jugar en un equipo inferior y perder un partido contra “la fuerza física”, desmontando mi argumento, pero siempre destacará por el rendimiento que supone para su equipo el acierto en las decisiones, y la habilidad técnica en la realización de sus movimientos, tanto en defensa como en ataque. Y este último párrafo viene por el último partido jugado en Landare Toki entre Hernani y Getxo (el último de Copa contra La Vila merece otro comentario). Ganó Hernani, jugando menos al rugby. Sabemos que en Hernani van a discrepar de este comentario, pero si les recordamos que ganaron seis “maules” en la línea de veintidós, de los cuales tres fueron ensayos, creo que se lo pensarán, porque no creo que encuentren el resto de la primera vuelta, una delantera que dé más facilidades. Entretanto, la línea de Getxo moviendo el balón con fluidez, velocidad y técnica, poniéndose por delante en el marcador, a pesar de los inexplicables fallos en los lanzamientos a palos de su “back” neozelandés. Y aquí, en defensa y en ataque, surge “el trece” de Getxo (Baileys, o algo parecido), recordándonos lo que es jugar a rugby desde la posición de segundo centro. Con posición de tronco, antebrazos y pierna de apoyo contraria a la llegada del balón,en la recepción giro de cintura y cambio de ritmo y de dirección, creando incertidumbre en el contrario, y atrayendo a su par, y al ala contrarios, para dejar el balón limpio a su tres cuartos ala, en la transmisión. Cuando la maniobra no era posible, metió tres balones en ataque a ras de suelo para su ala (y uno en defensa muy comprometido), que por su sencillez de ejecución, y por la imposibilidad de defenderlos, es indispensable tomar nota y empezar a enseñarlo y practicarlo, desde Cadete. Insisto, desde Cadete, porque en la Escuela se enseñan (o deberían), otros valores con el resultado numérico muy al margen. Y decimos desde Cadete, porque tenemos que jugar con todas las posibilidades que nos da el reglamento, pero además, hacer del juego con el pie, un Arte. Todos nos quedamos boquiabertos y seguimos con una sonrisa, cuando un medio de apertura profesional golpea con el empeine, la recoge el ala de su equipo a treinta ó cuarenta metros prácticamente encima de la zona de marca, después de que su equipo haya juga veinte ó veinticinco “rucks” en la línea de veintidós, para ganar un puto metro y jugarse las cervicales de los cuarenta años para arriba.Eso lo podemos hacer aquí. Y se ha hecho. O ese balón por arriba que casi siempre se falla porque el ángulo del tobillo no es el adecuado, porque se impulsa hacia adelante en lugar de hacia arriba y no se gradúa la fuerza, porque se coloca mal el balón para ese movimiento técnico, y naturalmente, el movimiento y el juego-arte con el pié se devalúa, porque se juega sin técnica. Y el segundo centro de Getxo tenía (y tiene) esas condiciones para jugar “de trece”, que en nuestros equipos (y así nos va) es un número más en la camiseta, pero en el rugby (estamos hablando ahora de rugby), es el jugador más determinante, teniendo en cuenta siempre, que sin los otros catorce, no sería nada. Y volvemos a nuestro rugby gipuzkoano. En ese mismo partido, y en el equipo contrario, en el primer tiempo, tres balones de ensayo (o casi) que dispuso el segundo centro local, los mandó a metro y medio por encima del destinatario, el ala, y los tres salieron a “touche”. Y menos mal que no cogió ninguno saltando, porque el defensor podría partirlo en dos, ya que un jugador con los brazos arriba a por el balón, es como ir al matadero. Y eso está pasando continuamente en nuestros equipos, lo que pasa es que no se placa con rotundidad, y de momento parece normal, pero uno se indigna cuando salen los equipos a calentar y manejan el balón ¡sin contrario! Pasando a la altura del hombro o más arriba. Y los entrenadores mirando, sin decir nada. Y no hablo de juveniles. Son los teóricamente mejores de nuestra provincia. No saben lo que son las muñecas y las yemas de los dedos en un pase, no tienen posición de piernas para bajar el centro de gravedad, ó realizar un contrapié, “crochet”, ó “coup de reins”, técnica esta última que permite variar bruscamente la dirección de carrera en ataque, sin perder velocidad, como se pierde en un contrapié. Pero esa técnica es compleja y hay que practicarla mucho. El mago del “coup de reins” era Jean Dauger, con quien tuvimos el honor y el lujo de jugar algunos partidos. Un gentleman dentro y fuera de los terrenos de juego, y a cuyo nombre está el campo del Aviron Batonnaise. Pero claro, como decía mi admirado Pablo Feijóo, “el entrenador que no sabe pasar, no puede enseñar a pasar!”. Elemental, Pablo. Un saludo.

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