Se puede producir mucho –no queremos decir “y mal”- y producir poco –aquí sí decimos “y bien”- lo que se traduce generalmente por productividad o resultado positivo del trabajo. Y estas dos circunstancias aparecen constantemente en nuestro rugby (gipuzkoano) en todas las escalas y niveles.
Si empezamos por las escuelas, hallaremos el mayor índice de productividad de nuestro rugby, y el espejo en el que debemos mirarnos para hallar la explicación de lo que ocurre a medida que aumenta la edad de los practicantes. En la Rugby Eskola están los semi-apóstoles del rugby. Los enamorados reales que intentan devolver al rugby los momentos de felicidad que les ha proporcionado en su etapa como jugadores. Además concurre la circunstancia de que con frecuencia, no son aparentemente los que han ganado campeonatos ni han sido “figuras” de nuestro rugby, sino los que mayor capacidad de agradecimiento tienen. Y son así, en el rugby y en todo. Y no piden nada material a cambio, pues el trato con la chavalería te rejuvenece continuamente, y ves a tus hijos y a los amigos de tus hijos. Y a los aitas, que son amigos tuyos, viendo el entrenamiento. Y todo ello crea un vínculo que conduce a crear una gran familia social alrededor del rugby y del club, pero también entre sí mismos. Y eso es cohesión social, tan difícil de conseguir en estos convulsos tiempos. Y los chavales, en medio, protegidos por el club y queridos y en algunos casos hasta mimados, en casa.
Y de este ambiente pasan a infantiles de competición, desde hace dos o tres temporadas, lo que nos parece un acierto, y llegado a este punto, me atrevo a sugerir a los pocos pero selectos lectores de Rugby Times, que vayan a ver los partidos que semanalmente se juegan en esta categoría de Infantiles. Tienen un físico casi (casi) europeo, y juegan magníficamente. En general, están bien preparados técnicamente, aunque aquí hay que insistir mucho, porque las virtudes ó defectos se arrastran en categorías superiores. A los entrenadores de Infantiles hay que proporcionarles, por parte de los clubs, un apoyo especial, incluso al margen de las competiciones oficiales. Es el momento clave para “fidelizar” a los chavales en el rugby. No hace falta decir que incluimos a las chavalas, aunque sobre esto, como decíamos en el comentario anterior, hay todavía mucha tela que cortar.
Y entramos en Cadetes. Aquí se integran muchos amigos de la ikastola o ikastetxe que han practicado otros deportes pero no les han convencido. Normalmente sueles tener buen físico, muy aprovechable para el rugby que necesita urgentemente antropometría, en estos casos en desarrollo, pero también falta en rugby condición atlética, que eso sí se ve con quince o dieciséis años, aunque su desarrollo vertical termine a los veintidós. Pero no han pasado por la Rugby Eskola, y hay que incidir más en la filosofía y en la técnica de nuestro deporte, que en la condición física, a la que se adaptan más fácil. Y seguimos con la “fidelización”, palabro comercial, pues vienen desengañados del trato recibido en otros deportes. Y estos no son críos, como piensan algunos. Si raspas la cáscara de cachondones irresponsables que ellos mismos se colocan porque es lo que se lleva a esas edades, cuando hablas con ellos en el montón de ratos que no entrenas físicamente pero que el entrenador provoca de forma lúdica, te das cuenta el rigor de pensamiento, la cultura social, la preocupación del futuro, la formación humanística que tienen, el manejo intelectual de las situaciones …. Vamos, que son auténticos adultos en muchos aspectos, y que carezcan de experiencia no quiere decir que haya que tratarles como críos irresponsables. Los entrenadores tienen que tener cercanía y comprensión, y alejarse de posturas autoritarias, sino todo lo contrario. Ganarse el prestigio todos los días transmitiendo sus conocimientos al jugador, repitiendo las veces que haga falta, llaves y contrallaves en el contacto, la didáctica del concepto, enseñarle a reaccionar en función de la situación en el juego, pero no cómo, pues las situaciones son imprevisibles. Por eso desde RT hemos insistido mucho sobre el entrenamiento por conceptos, no por consignas.
Los movimientos deben ser diseccionados y explicados con fundamento para que la comunicación sea productiva. No debemos dejar pasar dos años, que es lo que dura la categoría, sin que el jugador sepa jugar al rugby y conocer el reglamento y su espíritu. Hay muchas más cosas que se nos quedan, como los movimientos de autodefensa, no solo en el contacto, sino en otras fases del entrenamiento, calentamiento y partidos. Pero para conseguir todo esto, además de las infraestructuras del club y apoyo directivo, tenemos que contar con entrenadores solventes y jugadores comprometidos en los entrenamientos.
En esta categoría hay unas diferencias abismales entre equipos de la jurisdicción autonómica, y si observamos un poco, se deben a carencias de lo que hemos apuntado como necesario. En tanto otros clubs en la mente de todos ustedes, funcionan como se debe. Para empezar, han conseguido convocar un gran número de personas para realizar los cometidos de formación. Aquí no sobra nadie que quiera echar una mano sin salir en la foto. Y nuevamente invocamos a la cantidad de exjugadores que, disponiendo de tiempo, carecen de ganas. Por mi experiencia diría: “Ellos se lo pierden” , pero por el Rugby, digo: Qué pena.
Porque hasta Cadetes podemos decir que existe una relativa alta productividad, pero llegando a la edad decisiva para nuestro rugby, que es la de Juveniles, se produce la debacle. Los estudios. De acuerdo. Entre que algunos (cada vez menos) se van a estudiar “fuera”. Que en la Universidad (segundo año) no se pueden hacer muchas tonterías, aunque tienen más libertad para hacerlas. Otras circunstancias laborales o familiares. De acuerdo, todo ello concurre, pero ahora y siempre. Aquí y fuera de aquí. Lo que nosotros queremos explicar en este desarrollo escrito es, que la principal causa de los abandonos del rugby de juveniles para arriba, está dentro de los clubs. Como hemos escrito anteriormente, en la Eskola, Infantiles y Cadetes, a veces el nivel de trato no se detecta por parte de los jugadores, pero en Juveniles es indispensable estar a la altura media intelectual de los entrenados, para extraer el rendimiento competitivo. Vale, y mucho, el comportamiento lúdico esporádico. Pero es más valiosa la complicidad, preguntar, porque ellos no lo van a pregonar, sobre la marcha de “las cosas”, sin entrar en nada concreto, que se irá decantando. Hacer grupo entre diferentes. Que los difíciles sociales se vean integrados, apoyados y comprendidos en los problemas que unos traen de casa, de la uni, o simplemente que siempre los han llevado puestos. Y entrenar. Y competir. Y transmitir principios éticos. Desmitificar “la victoria”. Desdramatizar “la derrota”. En nuestro rugby no debe existir “ganar” o “perder”, sino analizar el partido. Igual resulta que nos consideramos ganadores por la forma en la que hemos perdido. Pero es que eso nos va a ocurrir muchas veces en la vida, y ahí no hay un árbitro al que echarle la culpa. Tenemos que cambiar las actitudes tragicómicas que vemos cuando un jugador ¡aficionado! Se tira al suelo llorando porque ha perdido un partido. ¡Que no se cae el Mundo, chaval!. A las situaciones adversas se les mira de cara. Y cuando pintan oros, poner cara de palo por respeto a los compañeros de juego, y no hacer esos numeritos en el campo. Con la alegría en el cuerpo, uno sabe cómo divertirse, pero sin humillar a nadie, y menos a un compañero de juego del equipo contrario al nuestro. Pueden parecer chorradas, pero tienen un contenido humano, sobre todo vistas desde el otro lado. Y luego hablamos de principios. Pues si el rugby no demuestra que es diferente en su comportamiento ético, mal vamos a andar, porque es un deporte muy caro. Esto no son cinco tíos y dos canastas o porterías en un polideportivo. Y la gente perdón, las personas- están hartas de vulgaridad y mercantilismo barato en el deporte. El Rugby es todavía depositario de unos valores únicos en deportes colectivos de gran campo. Mientras no sepamos trasladarlos a la sociedad, continuaremos con una baja productividad.
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